Las ciudades son islas de calor sin más sombras que las de sus propios edificios.

El calor nos está matando. Según el Ministerio de Sanidad, las altas temperaturas registradas el año pasado provocaron 3.009 muertes en España, 24 de las cuales sufrieron insolaciones.

Se trata del tercer verano más mortífero desde que se tienen registros, sólo superado por las 6.570 muertes de 2003 y las 4.789 de 2022.

El 90% de los fallecidos tenían más de 74 años. En esta competición en la que nadie quiere participar, el líder es Madrid, la comunidad autónoma con mayor tasa de mortalidad relacionada con el calor: 194 muertes por 100.000 habitantes.

No es sólo el cambio climático el responsable de esto, sino la forma como están hechas las ciudades. Esto se debe en gran medida al mal diseño de las grandes ciudades, que las convierten en islas de calor sin más sombra que sus propios edificios, donde el cemento y el asfalto agravan el problema.

Simplemente camine por el parque en un día caluroso para ver lo hermoso que es bajo los árboles. Un estudio del Instituto de Salud Carlos III constató que la diferencia de temperatura entre el centro de Madrid y la periferia era de 7,1 grados.

Otra razón es que la diferencia entre árboles y caminos sin árboles reduce la temperatura máxima entre 2 y 9 grados. En el contexto del cambio climático, el aumento de las temperaturas y las olas de calor más frecuentes, urge mejorar el entorno urbano y garantizar un mayor confort térmico en las calles. Y no hay nada más fácil y económico que desarrollar una infraestructura verde que no sólo renueve el medio ambiente sino que también nos brinde alegría. Lamentablemente, quienes están en el poder no comprenden del todo que los árboles no son un lujo, ni una decoración ni una molestia, salvan vidas.