La desertificación y la creciente sequía están obligando a miles de personas a abandonar los campos donde viven. A continuación se muestran algunos ejemplos de cómo el cambio climático está provocando migración forzada. Los refugiados climáticos estaban en Cataluña pero afortunadamente quedaron atrapados en el Servicio de Inmigrantes, Inmigrantes y Refugiados de Barcelona (SAIER), según confirma el ayuntamiento.

“No están reconocidos por la ley y siguen impotentes. El gobierno de la ciudad debe ser responsable de esta realidad”, lamentó el director de SAIER, Xavier Kubels, quien pidió un cambio en la ley estatal. La ciudad ha iniciado un proyecto para analizar los casos y encontrar soluciones. Cada año, SAIER Barcelona atiende a unas 20.000 personas que llegan nuevas a la ciudad y necesitan su ayuda.

La mitad de ellos son de carácter académico, profesional, jurídico o de consultoría relacionados con trámites básicos y detallados. Sin embargo, la otra mitad, unas 10.000, son personas sin recursos. «Barcelona es una atracción y estamos bajo mucha presión, especialmente por parte de los solicitantes de asilo», dijo Cubells. SAIER sólo puede proporcionar 300 camas en casas o moteles donde viven familias con niños o personas gravemente enfermas. Inevitablemente, la mayoría de las personas autosuficientes terminan con sus compatriotas en habitaciones alquiladas o en las calles. Por tanto, el presupuesto anual de 9 millones de euros parece insuficiente.

Como señala Cubells, la mayoría de estas personas son solicitantes de asilo y personas que buscan protección internacional. Si es necesario, pueden acceder a un plan gubernamental dependiente del Departamento de Migración, que proporciona alojamiento, comida y formación a personas con este estatus, así como permisos de residencia y permisos de trabajo válidos en Francia.

La ley protege a las personas que son perseguidas por sus creencias políticas, género u orientación, que huyen de la guerra o que son amenazadas por pandillas callejeras. El iniciador de esta ley es el Ministerio del Interior. Sin embargo, la escasez de policía y personal en la sede de inmigración de Barcelona hace que los tiempos de espera para acceder al plan de ayuda sean cada vez más largos. A pesar del retraso, finalmente encontraron una salida. Sin embargo, quienes huyan del impacto del aumento de las temperaturas globales no podrán recibir dicha protección en España. “Vivimos en un marco legal muy restrictivo. Los tecnólogos no crean leyes, las aplican. Y el cambio climático acompañado de la desertificación de los cultivos no es uno de esos casos”, afirmó Cubells. Por lo tanto, los cambios en las leyes estatales para abordar estos temas son inevitables. “En definitiva, las ciudades juegan un papel en la protección de derechos que no es proporcional a los recursos que utilizamos o incidimos en los espacios de gobernanza”, destacó Sonia Fuertes, concejala de Derechos Sociales.

La realidad es que los impactos climáticos, si bien no forman parte del sistema de asilo y acogida del gobierno, sí afectan a las colas de los servicios sociales municipales. “Vemos dos perfiles: uno es el de personas a las que el cambio climático les ha supuesto una falta de recursos económicos”, explica Cubells. Por ejemplo, los pescadores senegaleses, debido a la pérdida de biodiversidad oceánica y la pesca explotadora, dejaron de buscar pescado para vender y finalmente soñaron con arriesgar sus vidas en el Océano Atlántico para llegar a las Islas Canarias. O ciudades que ya no lo son porque el desarrollo del desierto destruye las tierras fértiles. «Hay gente que está migrando por el lugar donde vive, los problemas de salud están empeorando, la vida se está volviendo muy difícil y hay pérdida de ingresos», añadió Cubells. Esto se aplica, por ejemplo, a los problemas relacionados con la escasez de agua, que aumentan la contaminación de los ríos y provocan problemas de salud.