Miles de presas, embalses, diques, azudes y otros obstáculos impiden el normal funcionamiento de las vías fluviales.
Debido a su escasez, el agua dulce es uno de los bienes más preciados de la Tierra.
Además de proporcionar agua a millones de personas en todo el mundo, también es una fuente de biodiversidad y riqueza económica.
El problema es que las autoridades olvidan en gran medida los ríos.
Debido a esto, su salud se vio afectada. Las barreras creadas por el hombre que los frenan, las especies invasoras que se reproducen y desplazan a las especies nativas y la sequía que deja al descubierto el fondo, son algunos de sus principales problemas.
“Según datos de 2011, el 54% de las masas de agua en España se encuentran en buen estado.
Esto significa que el resto (46%) no cumple los objetivos de la Directiva Marco del Agua (DMA).
En las cuencas del Cantábrico la situación es mejor, pero en otras, como la del Segura, la proporción no es la mitad, explica Josefa Velasco, catedrática de ecología de la Universidad de Murcia.
También especifica los criterios en los que se basan los análisis para determinar su estado: “la calidad física y química del agua, los organismos que viven en ella y si las condiciones hidromorfológicas del agua han cambiado o no”.
César Rodríguez, secretario general de AEMS Ríos con Vida (organización de servicio público dedicada a la conservación, protección y restauración de los ecosistemas fluviales en España), enfatizó las condiciones que llevaron a su degradación.
“La presión sobre los recursos hídricos y sus impactos en los ríos están aumentando, primero por la acumulación, y luego porque incluso cuando el consumo en usos como el suministro urbano disminuye, la demanda sigue aumentando.
Especialmente en el ámbito del uso agrícola, que hoy representa el 80% del total”.
A esto se añaden una serie de otros males que debilitan el estado de los ríos de España.
La lista incluye aumentos incontrolados de la extracción de aguas subterráneas, la retención de sedimentos en embalses, la pérdida de deltas, estuarios y playas, la contaminación silenciosa provocada por actividades agrícolas a gran escala, la contaminación química ligada a las emisiones urbanas e industriales o las consecuencias de la caída de metales pesados de la atmósfera.
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. Por no hablar del estrés hídrico.
“A pesar de los avances en la modernización del sector que han permitido importantes ahorros, también se están regando tierras cultivables que antes eran de secano, como olivos y viñedos”, lamenta César Rodríguez.
Sin duda, queda mucho trabajo por hacer y la situación requiere medidas inmediatas. Las instituciones europeas han financiado el proyecto AMBER (“Adaptive Management of Barriers in European Rivers”) con 6,2 millones de euros para promover “la gestión adaptativa de presas, barreras y otros medios artificiales destinados a mejorar la continuidad y las condiciones de calidad ambiental de los ríos europeos.
al generar “reducciones en el impacto ambiental y beneficios” en la explotación económica del agua”, según la normativa del Ministerio de Transición Ambiental y Retos Demográficos en el sitio web del ministerio.
Los principales cauces fluviales del continente están separados del mar, lo que tiene evidentes implicaciones para el medio ambiente. los ecosistemas asociados.
Según un estudio conjunto realizado por las Universidades de Swansea (Reino Unido) y Oviedo y publicado en la revista «Nature», presas, presas, embalses, canales, norias, canales de agua o centrales hidroeléctricas ralentizan el proceso de transporte de sedimentos o centrales hidroeléctricas.
Como «obstáculos».
Impiden el movimiento natural de los organismos acuáticos.
“La ley exige que se retire la infraestructura cuando no esté en uso durante tres años consecutivos.
Este es el momento en que el espectáculo se detendrá automáticamente.
Rodríguez destacó que si no se les da mantenimiento crean bloqueos y por lo tanto pueden colapsar y causar daños importantes aguas abajo. Josefa Velasco presentó los objetivos en cifras: “Como parte de la estrategia nacional, se espera alcanzar los 3.000 kilómetros de ríos sin barreras para 2030. A nivel europeo, se prevé que esta cifra alcance los 25.000.
«Este objetivo probablemente sea demasiado irreal».
Los científicos no son ajenos a la polémica que surge en la opinión pública cuando se habla de demoler represas en un contexto de sequía.
También son conscientes de que los mensajes que se transmiten desde determinados sectores subrayan que el flujo de agua de los ríos al mar significa desperdiciar un recurso vital.
Pero también saben que combatimos estas estafas publicando información honesta.
“Las infraestructuras obsoletas ya no funcionan”, explica César Rodríguez, señalando que el volumen de tanques disponibles en España ha aumentado durante la última década.
Puso el ejemplo de Estados Unidos: “Quitaron muchas represas porque ya no eran rentables.
En algunos casos, esto se hace porque el efecto no supera los beneficios.
Otro problema importante al que se enfrentan los científicos es el crecimiento descontrolado de poblaciones exóticas (plantas y animales) que está desplazando a las poblaciones locales.
“De las 61 especies de peces autóctonos de la península española, 10 están en peligro crítico, 11 en peligro de extinción y 30 en peligro de extinción.
«Podemos decir que el 80% de nuestras especies de peces autóctonos están en peligro de extinción». César Rodríguez también lamentó que el número de peces migratorios haya disminuido un 76%, según estimaciones de WWF.
Según un estudio del proyecto LIFE Invasaqua, en los ecosistemas acuáticos interiores de España y Portugal habitaban 326 especies atípicas de estas latitudes, entre animales, plantas, algas y hongos.
Algunas especies que se reproducen en mayores densidades son el cangrejo rojo americano, el cangrejo azul, el mejillón cebra, la ostra asiática, la carpa común o Gambusia. También el jacinto de agua, la lombriz australiana o la lenteja de agua. El objetivo de esta iniciativa, financiada por el programa LIFE, es incrementar la información, la formación y la sensibilización sobre los problemas que provocan las especies exóticas invasoras en los ecosistemas acuáticos de la Península Ibérica.
En este momento, Josefa Velasco aprovechó para resaltar otro mal que amenaza a los ríos españoles: el agua salada de los ríos se diluye y viceversa.
«Esto implica cambios importantes en su función y en las comunidades biológicas en las que viven», afirmó.