Solo se salva el norte peninsular, algunos tramos de cuencas fluviales, el área occidental de Mallorca y parte de la isla de La Palma
El cambio climático amenaza con convertir la mayor parte de España en un desierto. Casi el 74% del territorio está en riesgo de desertificación por razones climáticas y el 70% de las demarcaciones hidrográficas se encuentran con niveles de estrés hídrico alto o severo.
Solo se salva el norte peninsular, algunos tramos de cuencas fluviales, el área occidental de Mallorca y parte de la isla de La Palma. Los mayores riesgos de desertificación, se sitúan en las cuatro mayores islas de las Canarias, el corredor mediterráneo y buena parte del centro peninsular.
La alerta saltó al presentarse el informe ‘Evaluación y seguimiento de la desertificación en España, Mapa de la Condición de la Tierra 2000-2010’, que recogía la superficie y el porcentaje del territorio susceptible de desertificación, basándose en el criterio de la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación, que comprende varios niveles climáticos en función del índice de aridez, que se obtiene hallando el cociente entre la precipitación anual promedio y la evapotranspiración potencial del terreno.
Los niveles climáticos que se consideran ‘susceptibles’ son, de mayor a menor susceptibilidad: árido, semiárido y sub-húmedo seco. Según este criterio, en España el tipo predominante es el semiárido y casi tres cuartas partes del territorio español corren peligro de convertirse con el tiempo en páramos.
Esta situación, según los expertos, se debe a diversas causas: a que durante la segunda mitad del siglo XX se redujeron entre un 10 y un 20 por ciento los recursos hídricos disponibles en las cuencas de la Península Ibérica; a que la temperatura del mar Mediterráneo ya es entre dos y tres veces superior a la del conjunto de los océanos; a una tendencia a temperaturas y eventos extremos y a que España es uno de los países europeos más afectados por los incendios.
Olas de calor
“En los últimos escenarios de cambio climático elaborados para España por Aemet (Agencia Estatal de Meteorología) se proyectan aumentos en la escala anual de las temperaturas máximas de entre 2°C y 6,4°C hacia finales de siglo, más acusados en verano, y con incrementos mayores en el interior y menores en el norte y noroeste peninsular”, concluye el informe informe ‘Impactos y riesgos derivados del cambio climático en España (2021)’, elaborado por el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico.
Los meteorólogos esperan también un aumento con la misma tendencia para las temperaturas mínimas, aunque menos acusado que para las máximas. “Se espera un incremento de los días cálidos y que las olas de calor se alarguen. En lo que respecta a las precipitaciones, se espera una reducción de la media en la España peninsular para los últimos veinte años del siglo”, añade el documento.
Las evidencias de los impactos del cambio climático y la identificación de potenciales riesgos se pueden encontrar en todos los sectores considerados por el Ministerio: recursos hídricos, ecosistemas terrestres, agricultura y ganadería, medio marino, costas, medio urbano, salud humana, energía, infraestructuras y transporte, turismo y desertificación y suelos.
En este último apartado, las proyecciones sobre cambio climático en España apuntan, entre otras cosas, hacia “una creciente aridez y un aumento de las temperaturas”, recoge el informe. “Aun cuando no se produjeran incrementos cuantitativamente importantes de las pérdidas de suelo, el incremento previsto de la aridez apunta a un aumento del riesgo de desertificación”, añade. Además, España es “uno de los tres países de la Unión Europea con mayor riesgo de incendios”.
Por lo que respecta a los suelos, la disminución de la precipitación media y el aumento de fenómenos extremos (sequías, inundaciones o fuego, entre otros) pueden provocar “un incremento peligroso de la erosión sobre todo en aquellos suelos sujetos a alta intensidad de manejo”, por ejemplo, matarrasas o áreas con agricultura intensiva.
El cambio climático, unido a la “persistencia de un modelo de gestión insostenible de los recursos suelo y agua”, provocará también “una disminución de la materia orgánica en los suelos ya pobres en carbono orgánico, en particular en suelos mediterráneos”.
Una consecuencia será que la actividad, composición y estructura de las comunidades bióticas pueden verse afectadas “en general de forma negativa”, provocando “grandes cambios en la composición que afecten de manera sustancial a su capacidad de proveer los nutrientes y los servicios que mejoren la recuperación del estrato vegetal”.
Sin embargo, también se observan “efectos positivos”, aunque “de forma puntual”, porque estas condiciones favorecen suelos dominados por especies fúngicas, cuya naturaleza química estimula la hidrofobicidad (capacidad que tiene un material de repeler el agua de su superficie). “Los ciclos del Nitrógeno y el Carbono pueden verse alterados. Se ha visto que la presencia de costras biológicas en los suelos semiáridos y áridos los hacen más resilientes, aunque el incremento de temperatura puede inducir a la reducción de las mismas”, finaliza el informe.
Restauración. Tierras. Recuperación
Bajo el lema, ‘Restauración. Tierras. Recuperación’, el Día Mundial de Lucha contra la Desertificación y la Sequía de 2021 se centró en la transformación de tierras degradadas en tierras sanas, lo que contribuye a la resiliencia económica, a la creación de empleo y a una mayor seguridad alimentaria. Pero también ayuda a mantener y recuperar la biodiversidad, a capturar el carbono atmosférico principal causa del calentamiento global y, en consecuencia, a disminuir el efecto del cambio climático.